martes, 15 de marzo de 2016

LOS SERES HUMANOS Y EL MEDIO AMBIENTE

La vida de los seres humanos depende de los recursos naturales que el planeta nos ofrece. Las energías fósiles, como el gas, el petróleo, etc. la energía del agua, el sol, el viento, los recursos alimenticios, etc. todo ello forma parte de lo que conocemos como el círculo trófico, esto es, el sistema de relaciones que existe entre los seres vivos y los elementos materiales sin los cuales no podemos sobrevivir, veamos lo elementos que lo constituyen:
  • La base de la vida se halla en una serie de elementos materiales como el agua y el oxígeno, sin los cuales es imposible la existencia.
  • Tenemos, en segundo lugar, los organismos productores, los vegetales que, mediante la fotosíntesis, liberan oxígeno posibilitando la vida.
  • Un tercer grupo los constituyen los seres vivos que se alimentan de otros seres vivos, los herbívoros, los carnívoros y los omnívoros como el ser humano, son los consumidores.
  • Finalmente están los descomponedores, microorganismos formados por hongos y bacterias, los cuales descomponen los desechos de los vegetales y los animales convirtiéndolos en materia inorgánica mineral, de la cual se alimentan los vegetales
Se cierra así el círculo de la vida, de la biosfera, en el cual, como hemos visto, todos los elementos que lo componen están relacionados entre sí en un perfecto equilibrio en el que unos se van transformando en otros en un camino cíclico, si esta cadena se rompe en algún eslabón, la vida desaparecería. La naturaleza es una comunidad de seres vivos que dependen del medio en el que habitan y si se altera alguno de sus componentes, por ejemplo, el agua, todo el conjunto se viene abajo.

Este maravilloso equilibrio de la vida fue expuesto por el químico James Lovelock en 1969 en la llamada Hipótesis de Gaia (Gaia es el nombre de la diosa griega madre Tierra). Según dicha hipótesis, la vida autorregula por sí misma las condiciones que la hacen posible, tales como la temperatura o la composición química, tendiendo siempre hacia un equilibrio que posibilita la existencia de las especies que habitan el planeta.
Dicho de otro modo, en la Tierra, a diferencia de otros planetas próximos, se dieron unas condiciones iniciales que hicieron posible el inicio de la vida, pero lo más interesante, es que la biosfera, los océanos, la tierra y la atmósfera forman un sistema inteligente capaz de mantener las condiciones para la vida, por ejemplo, la composición de la atmósfera permanece constante, aunque debería ser inestable, igualmente la propia naturaleza equilibra cada hábitat regulando el número de individuos de cada grupo que puede sobrevivir. Los ecosistemas no son estáticos, con el paso del tiempo se van dando cambios y la alteración que aparece en una especie puede redundar en el resto de especies tanto animales como vegetales.
Sin embargo, toda esta cadena interdependiente y armónica corre serio peligro debido a la intervención humana sobre el planeta. Efectivamente, el ser humano no es un elemento pasivo en el equilibrio de la vida sino que:
  • Es el animal depredador de especies animales y vegetales más grande, provocando la extinción de muchas de ellas.
  • A la par, utilizando la ciencia y la tecnología, modifica el entorno natural haciendo que éste sirva a sus intereses, muchas veces alejados del mantenimiento del equilibrio natural.

Inicialmente, en el Paleolítico, el ser humano era recolector y cazador, actividades que no implicaban un desequilibrio del medio; posteriormente, con la revolución neolítica de hace 12.000 años, se introduce la agricultura y la domesticación de animales, prácticas que alterarán sustancialmente el ecosistema al quedar deforestadas inmensas regiones para introducir tierras de cultivo a lo que se añadió modernamente la introducción de fertilizantes químicos además de aumentar considerablemente la población humana. Todo esto se ha acelerado exponencialmente desde el s. XIX con la industrialización, la revolución tecnológica y la aparición de las grandes ciudades, tres factores de grandes consecuencias para el equilibrio medioambiental.

      Veamos algunos ejemplos de la influencia humana negativa en el planeta:
  • El ser humano consume grandes cantidades de energía a través del carbón, el petróleo, la energía nuclear con graves consecuencias como la contaminación atmosférica o el hecho de que no se pueden reponer los elementos materiales consumidos.
  • La deforestación de los bosques debido a la tala indiscriminada de árboles, el aumento del suelo improductivo por agentes contaminantes o las construcciones artificiales como carreteras, pantanos, etc.
  • Las industrias químicas vierten en la cadena trófica herbicidas, insecticidas, etc. que afectan negativamente a plantas y animales.
La educación ambiental se configura siempre más en el ámbito nacional e internacional como una educación para el cambio. Los eventos de los últimos 10 años, la caída de la Unión Soviética y la expansión en todo el planeta de los sistemas de gobierno basados en el mercado, están modificando significativamente el escenario de los posibles futuros a corto plazo, sea desde el punto de vista ambiental, sea desde el punto de vista de la construcción de una sociedad sostenible basada en la paz y en la repartición de la riqueza. La globalización, a falta de utopías que se opongan claramente a esta lógica, está asociada en el imaginario colectivo con el mercado. Los movimientos que se oponen al mercado -como los movimientos ambientalistas y los antiglobalización- por ahora no van más allá de la contestación y no logran imponer a los gobiernos una idea distinta de globalización, fundada en la responsabilidad y el cuidado y no en la maximización de las ganancias y la minimización de los riesgos. Como denunciaron los expertos de la UNESCO reunidos en Santiago de Compostela hace un año”. Las relaciones e interdependencias económicas, sociales y culturales no responden en este nuevo orden a criterios de equidad y solidaridad.. la globalización económica puede derivar en homogeneización cultural y alienación social". Una aproximación a los problemas, que vea en la teoría de la evolución la principal clave de lectura, reconoce por otro lado que el planeta, el ambiente, la sociedad, el hombre, pueden seguir viviendo sólo cambiando, evolucionando para adaptarse a las condiciones emergentes.


El papel de la educación ambiental es el de concienciar a los individuos y a la comunidad de los cambios que a menudo inconscientemente se están llevando a cabo, para poder controlar dichos cambios. Como dice Morin, hay que aprender a guiar la naturaleza, dejándose guiar. El primer desafío al que se enfrenta la educación ambiental en los años 2000 es por tanto el de reconsiderar críticamente lo que ha significado, y qué puede significar en el futuro, la indicación de Río de reorientar la educación ambiental hacia la educación para el desarrollo sostenible. 

"Desarrollo sostenible" es un oximoro, una contradicción en términos que ha sido usada en estos años, también para legitimar viejas prácticas e impedir la crítica. Ambas palabras deben ser, sin embargo, sometidas a una revisión y crítica permanente: la palabra desarrollo porque está cada vez más ligada en el lenguaje común al crecimiento cuantitativo y económico, y también la palabra sostenible porque, pese a tener como objetivo la formación de comportamientos que garanticen el futuro individual y del planeta, no alcanza a competir con el mercado en lo que se refiere al presente. 


En todas las investigaciones sociológicas de los países europeos, la preocupación por el propio ambiente y por el planeta está en primera línea, pero siempre por detrás de la preocupación en torno a la paz, a la seguridad y al trabajo. Mientras que la preocupación por el ambiente y por el planeta sea vista como un lujo por los países ricos, mientras que la sostenibilidad continúe siendo confundida con sacrificio, con "renuncia al presente" en favor de un futuro que no será el nuestro, será difícil explorar primero y después aceptar nuevas reglas de convivencia entre las personas y entre estas y el planeta. La educación para el desarrollo sostenible se ha preocupado poco del presente -sobre todo de los países más pobres en los que imperan las recetas liberalistas del FMI-, poco del desarrollo humano en términos de calidad, y se ha quedado a menudo en considerar el ambiente como reserva de recursos que no podemos agotar si queremos mantener indefinidamente un desarrollo económico (Sauvé, 99), proponiendo un concepto de sostenibilidad que no pone en discusión las reglas del mercado y que se preocupa sobre todo de que se mantengan las condiciones para que dichas reglas puedan ser aplicadas. 

La educación ambiental, sin embargo, ha nacido y crecido proponiendo, más allá de la sostenibilidad, otra dimensión educativa, más profunda y más enfocada al cambio, y abriendo un espacio para "producir un nuevo saber, conjuntamente y a través un enfoque critico" (Sauvé, 93). En este contexto, la educación ambiental se encuentra de frente a otro desafío, el de construir una globalización responsable y conjugarla con el refuerzo de la identidad local. Los procesos ya dominantes de mundialización y globalización son, incluso, ambiguos por sí mismos: por un lado hacen emerger como nuevo objeto del saber el mundo en su totalidad no sólo el planeta sino la humanidad que lo habita-, por el otro la globalización se sobreentiende ya comúnmente sólo como generalización de la economía liberal. Por otro lado, lo global, lo holístico no se refiere exclusivamente al planeta. Si bien el todo no es tan sólo la suma de las partes, el todo está, a menudo, integrado o reflejado en las partes: pensamos en cómo el patrimonio genético es una representación sintética, si bien no completa, de un individuo, tal y como cualquier individuo es un reflejo de la sociedad en la que vive. Entonces enfrentarse a los problemas de la sostenibilidad y de la educación ambiental, en el ámbito local, nos deja reflexionar más en concreto sobre los procesos que transforman la sociedad en el ámbito global.